Hugo Avendano

Escritor advenedizo, lector de tiempo discontinuo; futbolista y corredor de afición pero educador de tiempo completo por vocación. Con la firme intención de completar algún día un maratón. Consumidor y exigente del buen café. Gozoso de disfrutar de las simplezas de la vida. Tecnólogo autodidácta. Fan del Cruz Azul en México, del Barcelona en España y del Manchester United en Inglaterra. Integrante del Club de Corredores Nike+.

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martes, 13 de mayo de 2008

Claroscuros

Tu Madre… la tuya… la mía.
Por Hugo A. Avendaño C./El Mundo de Tehuacán

Hay quienes afirman que desde la época de la Gran Tenochtitlan, la mentada de madre era cosa común entre el lenguaje cotidiano de aquellos días. Es más, para tal efecto se utilizaba la palabra “nantenehua”. Hay intelectuales como Rolando A. Pérez Hernández que afirman que la connotación de la mentada tiene su origen en el siglo XVI con la presencia de la cultura africana en lo que hoy es México. Así, encontramos que en la lengua bantú o kimbundo se empleaba la palabra kuxinga como verbo para ofender, injuriar, insultar, ultrajar.

Según el estudio de Pérez Hemández en la lengua kikongo se utilizaba la palabra xinga para maldecir; xingila para imprecar y xingana para maldecir. En la cultura española no hay una gran diferenciación, pues la intencionalidad de la frase está en función de querer ofender a una persona señalándole como hijo(a) de una prostituta. La Real Academia de la Lengua Española explica que el verbo chingar se refiere a la acción de perjudicar al otro.

Ofender a través de insultos a la madre no es exclusivo de los mexicanos; cosa que no debiera ni hacernos sentir orgullosos ni ofendidos por quitarnos los “derechos de autor”. Las mentadas de madre se utilizan prácticamente en todo latinoamérica y varias partes de Europa. Estados Unidos y Canadá no se salvan de esta práctica, además de que mucho ayuda a propagarla la gran influencia de los latinos que allá viven y de los medios de comunicación en donde caballerosamente se le describe como “corte de manga”.

Ahora analice mi estimado lector ¿serán muchos(as) aquellos (as) que no reaccionen ofendidos por una mentada? En una cultura como la nuestra existe paradójicamente un gran respeto y veneración por “nuestra madre” pero no por la ajena. La figura de la madre en México es símbolo de unidad, amor, abnegación, ternura y otras virtudes que dejo a la libre expresión, pero con suma facilidad podemos expresar una mentada con la madre ajena.

En estos días en donde el sentimiento hacia la madre se desborda, valdría la pena hacer un alto en nuestra “alburera” vida para pensar también en su dignidad como mujer. Juan Pablo II se refería a esta dignidad como un don especial en referencia a su papel en la sociedad. En 1988 escribió sobre la necesidad de que la mujer cumpliera en plenitud su realización y el ejercicio de su influencia para que la humanidad no decaiga. Reflexionaba sobre el estatuto especial de esta dignidad, pues a final de cuentas, Dios confió en una mujer para encargo de su Hijo.

Mentar la madre es oficio fácil. Es ofender al otro utilizando como herramienta de agresión a una persona de naturaleza vulnerable con una dignidad especial. Pero como en estos días la intención anual de ser buen hijo nos llega en sobreabundancia, valdría la pena pensar no sólo en nuestra madre, sino en la madre del otro, es decir, no sólo en la mía, sino en la tuya, en la de aquel, en la de aquellos; porque después de todo pareciera más fácil meterse con una mujer, que con un varón, o al menos hasta hoy todavía no escucho una mentada de padre.

Termino: ¡Felicidades a todas las Madres! (Por supuesto incluyo a la abuelita Chivis –mi madre- y a mi señora esposa). Dios las bendijo con el don de la maternidad. Persuado: ¿Que vamos a mejorar hoy? (Ora et labora).

avendano.hugoantonio@gmail.com
http://blogspot.avendanohugo.com/

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