Hugo Avendano
Escritor advenedizo, lector de tiempo discontinuo; futbolista y corredor de afición pero educador de tiempo completo por vocación. Con la firme intención de completar algún día un maratón. Consumidor y exigente del buen café. Gozoso de disfrutar de las simplezas de la vida. Tecnólogo autodidácta. Fan del Cruz Azul en México, del Barcelona en España y del Manchester United en Inglaterra. Integrante del Club de Corredores Nike+.
Me apasiona crear, innovar y transformar.
Amo a México
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Pensar y hacer. Ora et labora.
miércoles, 16 de abril de 2008
Transformación social y desarrollo sustentable.
La encrucijada en la que se encuentra la humanidad no tolera muchas alternativas: O hay una transformación social que se solidarice con las generaciones futuras, o simplemente el género humano estará construyendo las condiciones más complicadas de existencia para los próximos años.
Hablar del término desarrollo sustentable se ha constituido en una trampa semántica que confunde los estudios y las propuestas relacionadas con la problemática ambiental y el desarrollo económico. Por sobre otras definiciones, el término desarrollo sustentable o sostenible se han considerado sinónimos. Otros términos frecuentemente utilizados son para referirse al desarrollo sustentable son: sustentabilidad, desarrollo ambientalmente sustentable, sustentabilidad ambiental del desarrollo, sustentabilidad del desarrollo (Giglio, 2003).
Para hacer un análisis más preciso de estos conceptos Sunkel (1980) inició su estudio a partir del término desarrollo. Asumió a éste como un proceso abstracto, aceptado y no cuestionado. Sin embargo, lo explicó como un proceso ascendente, con un alto precio ambiental que se enfocaba más en las metas de crecimiento que de desarrollo. La introducción de esta perspectiva ambiental significó reconocer que ese proceso de crecimiento está condicionado por el medio biofísico, local, nacional y global, tanto porque este último afecta el crecimiento económico, como porque es sustancialmente afectado por él.
Gallopín (2003) afirma que la sostenibilidad y el desarrollo sostenible se cuentan entre los conceptos más ambiguos y controvertidos de la literatura. Propone una definición general de sostenibilidad, diferente a desarrollo sustentable, aplicable a cualquier sistema abierto. Precisa al sujeto de la sostenibilidad, detallando exhaustivamente las sostenibilidades: del sistema humano únicamente, del sistema ecológico y del sistema socioecológico total. Define las propiedades fundamentales que subyacen en la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos, como: disponibilidad de recursos, adaptabilidad y fexibilidad -en contraposición a rigidez-, homeostasis general, estabilidad, resiliencia, robustez -en contraposición a vulnerabilidad, fragilidad-, y capacidad de respuesta.
Por ello, de forma simple podemos afirmar que el desarrollo sustentable es el proceso de producir hoy y permitir hacerlo en el futuro, cumpliendo con la responsabilidad de asegurarse del bienestar de las generaciones venideras. Por tanto, la calidad de vida y el futuro de las nuevas generaciones se entienden como factores de competitividad acosados por distintas fuerzas contradictorias producto de la globalización (Ling, 1998).
Saber utilizar los recursos naturales, ayuda a satisfacer los intereses presentes y futuros, siempre y cuando haya una continua reflexión sobre la responsabilidad de las prácticas presentes. Esto implica, revisar la lógica económica que orienta a las organizaciones a obtener el mayor de los rendimientos económicos, sin considerar los abusos sobre la explotación de los recursos naturales. Por todo ello, la ganancia económica inmediata es la mayor amenaza para la sustentabilidad del mundo futuro (Buchholz, 1998).
Se han premiado las actitudes y actividades que representan los valores primordiales de la época: la competencia, la adquisición de bienes materiales, la expansión y la obsesión de poseer cosas como fin último. Tales valores llevan al hombre a buscar objetivos peligrosos y poco éticos con el objeto de alcanzar el crecimiento económico por encima de todo sin ningún tipo de limitación. Las causas más comunes apuntadas por esa situación están relacionadas con la visión mecanicista y materialista que orientó las acciones de la sociedad occidental desde la revolución industrial y cuyas reminicencias intelectuales de la época aún subsisten en la filosofía de lo que debe ser una empresa, una ciudad, una familia. Algunos de sus fundamentos principales son los que se refieren al método científico como él único enfoque válido del conocimiento y la creencia de que el universo es un sistema mecánico, compuesto por unidades materiales elementales que pueden ser entendidas y estudiadas separadamente. De la mano, prevalece el criterio de que los problemas humanos tienen soluciones técnicas, donde los valores que cuentan únicamente son aquellos que pueden ser mesurados cuantitativamente, mediante la asignación de indicadores numéricos. El estímulo al desarrollo científico y tecnológico ha llevado al ser humano al conocimiento necesario para resolver la mayor parte de los problemas asociados a la dimensión material de la vida. Sin embargo, se ha hecho de lado, el uso del criterio para discernir que el ser humano tiene más de una dimensión y que para lograr el desarrollo pleno, es necesario atender su realidad de manera integral. Es decir, asegurarse de que las presentes y futuras generaciones puedan tener acceso no solo a la ciencia y tecnología, sino a todo aquello que le perfecciona y le vuelve feliz, tal como la cultura, la educación, la salud, el bienestar en general.
Por tanto, la situación actual se torna paradójica y única construyendo la siguiente disyuntiva de la civilización moderna: por un lado, el desarrollo científico y tecnológico torna cada vez más eficiente el sistema de producción y por otro lado, al liberar constantemente a la mano de obra, se torna la causa del desempleo estructural y creciente. Este desarrollo en busca incesante del conocimiento ha provocado la manipulación del medio físico creando una cultura que evoluciona en el tiempo, acumulando creatividad individual y social, pero por momentos olvidando al sistema de elementos no materiales: valores éticos, estéticos, ideología, filosofía, religión y conocimiento teórico. Dicho sea pues, el hombre moderno tiene sus hábitos, formas y medios de satisfacer sus necesidades básicas, además de sus relaciones sociales, sistemas de creencias, actitudes con la naturaleza, todos ellos determinados por la cultura que él mismo creó (Herrera, 1992).
El proceso de adaptación a una cultura de sustentabilidad exige profundas transformaciones de las instituciones sociales y los valores e ideas existentes que caracterizan el actual paradigma han demostrado ser incapaces de promover el proceso de transformación exigido. Nuestra ciudad no escapa a esta realidad, las exigencias de una transformación social implica no solo la creación de riqueza sino la profunda convicción de que la cultura es parte de la vida cotidiana en donde la solidaridad, la caridad y la generosidad son parte elemental de los actos humanos, esto para hacer una clara diferenciación de la ostentación de la cultura como la acumulación de información sin un impacto en la calidad de relación con el prójimo.
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