Hugo Avendano

Escritor advenedizo, lector de tiempo discontinuo; futbolista y corredor de afición pero educador de tiempo completo por vocación. Con la firme intención de completar algún día un maratón. Consumidor y exigente del buen café. Gozoso de disfrutar de las simplezas de la vida. Tecnólogo autodidácta. Fan del Cruz Azul en México, del Barcelona en España y del Manchester United en Inglaterra. Integrante del Club de Corredores Nike+.

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sábado, 6 de octubre de 2012

El mito del líder carismático.


El mito del líder carismático.
Por Hugo A. Avendaño Contreras
Colaboración para el Semanario Fin de Semana

Veo las formas y la energía con que el candidato opositor a Hugo Chavez –Henrique Capriles - se dirige a su electorado y acabo viendo el mismo estilo, la intención y el ofrecimiento de la expectativa del líder carismático que ofrece un cambio de rumbo para Venezuela.

Son estilos que se aceptan. Que se buscan y se valoran como intrinsicamente buenos. El tono de voz, el lenguaje corporal, todo ello es atractivo para un pueblo que busca y sigue buscando al líder que los lleve a mejores condiciones de vida.

Desde el pragmatismo de las organizaciones, este paradigma del líder carismático poco a poco ha ido desapareciendo. Si bien, existen personas que sumado a su carisma, poseen una gran capacidad de concretar acciones y lograr objetivos, la subcultura del carisma como único argumento de autoridad moral se ha desgastado.

Las organizaciones están en busca de líderes visionarios que sean capaces de contagiar el entusiasmo por el logro de una expectativa de futuro, pero fundada en objetivos, estrategias, líneas de accióny evaluaciones continuas.

Algunos de los directivos de las empresas más importantes de México, no han sido exactamente el modelo del líder carismático, pero se centraron más en estructurar una organización que soportara el futuro, los embates del entorno y la confrontación con los fracasos temporales.

Si bien es cierto que en latinoamérica todavía se acepta y busca el modelo del líder carismático como ícono de la aspiración ideal, sobran ejemplos de quienes con sus capacidades mediáticas obtienen la responsabilidad pública o privada de dirigir y una vez en el ejercicio de la autoridad, ofrecen resultados catastróficos.

De allí que hoy en día resulte chocante la construcción de figuras artificiales mediante la convocatoria mentirosa de grandes masas que aclaman la figura de un dirigente en el que se reconoce capacidad y virtud sin límite.

El carisma resulta relevante para quién con asertividad reconoce sus talentos y limitaciones y por tanto resulta confiable hasta en los momentos equívocos, pues no hay mejor muestra de fortaleza de quién se sabe falible.

Me asomo a latinoamérica y veo todavía la tentación de seguir construyendo el modelo del dirigente que todo los sabe, que todo lo puede y al que todos le aplauden porque nunca se equivoca. Por nuestro propio bien, esperemos que el paradigma pronto desaparezca.

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