Hugo Avendano

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lunes, 21 de febrero de 2011

Devora China al mundo

Devora China al mundo

Critican compra de empresas en quiebra, no para recapitalizarlas, sino para copiar tecnología
Ángel Villarino/ Corresponsal
Beijing, China (21 febrero 2011).- 00:00 AM
El 30 de abril de 1999, cuando Haier se convirtió en la primera empresa china que hacía una inversión productiva en Estados Unidos, la cifra saltó a las portadas de muchos diarios.

Se trataba de una suma relativamente discreta, 40 millones de dólares, pero suponía una novedad y señalaba una tendencia inaudita hasta entonces.

Once años después, las compras e inversiones chinas en el mundo han dejado de ser noticia, a no ser que se barajen cifras espectaculares o se toquen sectores estratégicos.

No impresionan porque ocurren a diario: las compañías del gigante asiático salen de compras al extranjero como nunca antes, reforzadas por la crisis económica internacional y aprovechando una coyuntura de debilidad financiera en Occidente.

Compran de todo por todo el mundo: desde explotaciones de petróleo en Rusia o Canadá hasta compañías automovilísticas en Europa (Volvo), pasando por una fábrica de contenedores de barco en Holanda, una mina de carbón en Australia o un banco musulmán en Indonesia.

La lista es inacabable: China capitaliza ya 6 por ciento de todas las inversiones internacionales que se realizan en el mundo.

"Lo que está pasando es fruto del crecimiento económico acelerado de los últimos años y de unos ahorros en divisas desproporcionados. China tiene más liquidez que nadie y el dinero le quema las manos, de modo que buscan invertir para no tener parado el dinero. Por primera vez, las empresas chinas se sienten competitivas y quieren probar suerte en el extranjero", explicó a REFORMA Li Ming Zhong, analista de inversiones del Instituto de Economía y Política Internacional.

Obsesionado con no despertar recelos entre sus competidores, el Gobierno chino insiste en que el volumen de inversiones es todavía muy pequeño, comparado con las potencias tradicionales.

"Las empresas europeas y estadounidenses siguen dominando el sector de la alta tecnología, mientras las compañías chinas se dedican a industrias de poco valor añadido", se lamentaba el 1 de noviembre el viceministro de Comercio chino, Chen Jian.

"Es cierto que China invierte en el extranjero mucho menos que otros países. Sólo hay que ver los datos: es la segunda economía del mundo, tiene las reservas de divisas más grandes del planeta y, sin embargo, ocupa el quinto lugar en cuanto al número de inversiones foráneas", añadió el profesor Li.

Pero más que el volumen total, lo que inquieta a gobiernos y multinacionales occidentales es la progresión y, sobre todo, la naturaleza de las compañías chinas, que en su enorme mayoría están financiadas con dinero público, controladas por el Partido Comunista desde Beijing y gestionadas por el "capitalismo de Estado" que practica el país asiático.

"Casi todas las inversiones al extranjero provienen de empresas estatales. En 2009, eran el 67.7 por ciento. Es lógico que sean ellas las que abran camino porque son más grandes, más poderosas y cuentan con el respaldo institucional", aclaró Li.

El restante 32.3 por ciento lo invierten compañías privadas, pero tampoco se puede hablar de inversiones puramente privadas, ya que casi todas tienen estrechos lazos con el Gobierno o reciben créditos de bancos estatales.

Las empresas públicas chinas, denuncian las voces más críticas, se están adueñando de sectores estratégicos, especialmente en minería, hidrocarburos e infraestructuras básicas, como los grandes puertos.

Esta otra "anomalía" del capitalismo de Estado chino se entiende mejor en países como Afganistán o Irak, donde las multinacionales occidentales actúan con enorme cautela, mientras el gigante asiático se queda con las principales explotaciones en venta, como las minas de cobre Ainak o la reserva petrolera de Rumaila.

También preocupa en Occidente que China esté comprando industrias a las que no les salen las cuentas, no con la intención de levantarlas, sino para hacerse con el "know-how".

"Es pan para hoy y hambre para mañana. Compran una empresa europea o americana que pasa por un mal momento, copian la tecnología y cuando aprenden montan la misma planta en China", explican fuentes de una delegación de comercio europea.

Los Gobiernos occidentales, que a menudo ponen todo tipo de obstáculos y dificultades cuando las compañías chinas sacan la chequera, temen también que haya una visión geoestratégica global detrás de tanta compra en el extranjero.

"El Gobierno chino ha implementado una serie de medidas para ayudar a sus compañías a salir, simplificando las regulaciones, con créditos y financiación para sectores que se consideran más importantes", agregó el analista Li.

Ejemplos hay muchos, pero quizá el más gráfico sea el del puerto de Chitagong, en Bangladesh, donde China se ha asegurado un acceso al Índico y se ha posicionado en el patio trasero de India, la otra potencia asiática, con la que seguramente le tocará rivalizar en el futuro.

Desde Washington se pone a menudo otro ejemplo, aunque hasta ahora no se ha hecho realidad: el miedo es que China se apropie de empresas de telecomunicaciones estadounidenses, haciendo peligrar la seguridad del país.

A pesar de que el miedo a la "invasión china" se extiende a gran velocidad por el mundo, la mayoría de los análisis serios señalan que el gigante asiático está muy lejos de ocupar una posición hegemónica en el mercado internacional.

El semanario The Economist publicó recientemente una portada de Mao Zedong agitando un puñado de dólares. 

En el artículo recomendaba aprovechar el exceso de liquidez de las compañías chinas y recordaba que a lo largo del siglo 20 dos países llegaron a concentrar más del 50 por ciento de las inversiones internacionales: Gran Bretaña en 1914 y Estados Unidos en 1967. ¿Será China el siguiente?

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