Hugo Avendano

Escritor advenedizo, lector de tiempo discontinuo; futbolista y corredor de afición pero educador de tiempo completo por vocación. Con la firme intención de completar algún día un maratón. Consumidor y exigente del buen café. Gozoso de disfrutar de las simplezas de la vida. Tecnólogo autodidácta. Fan del Cruz Azul en México, del Barcelona en España y del Manchester United en Inglaterra. Integrante del Club de Corredores Nike+.

Me apasiona crear, innovar y transformar.

Amo a México

Upstart writer, reader time discontinuous . hobby player andrunner but full-time educator by vocation. With the firmintention of completing a marathon someday. Demandingconsumer and good coffee. Joyful to enjoy the simplicitiesof life. Joyful to enjoy the simplicities of life. Technologist autodidact. Cruz Azul and Pachuca Fan in Mexico. Barcelona in Spain. Member Runners Club Global Nike +

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lunes, 7 de febrero de 2011

HOMILÍA: – 06·02·11 . MONS. RODRIGO AGUILAR MARTÍNEZ OBISPO DE TEHUACÁN

HOMILÍA: – 06·02·11 .
MONS. RODRIGO AGUILAR MARTÍNEZ
OBISPO DE TEHUACÁN
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Tehuacán, Pue., 6 de febrero de 2011
HOMILÍA
PEREGRINACIÓN AL TEPEYAC DE LA DIOCESIS DE TEHUACÁN
6 de febrero de 2011
Hermanos todos:
Nos encontramos con Jesús por medio del relato que san Mateo nos presenta en su evangelio. El domingo pasado iniciábamos la escucha del discurso inaugural en la misión de Jesús, discurso que es un programa de vida para quien quiera ser su discípulo y que iremos escuchando y meditando a lo largo de estos domingos hasta antes del miércoles de ceniza. Jesús ha empezado ofreciendo 9 perspectivas de dicha o bienaventuranza, todas desconcertantes y cuestionadoras en comparación a las aspiraciones humanas en tiempo de Jesús y en el mundo actual: Dichosos los pobres de espíritu, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos. Pues bien, el texto de hoy continúa en ese sentido: quien acepta y decide vivir según esas bienaventuranzas, según ese sorprendente y difícil camino para ser dichoso, se convierte en sal de la tierra y luz del mundo. Se supone que quienes venimos como peregrinos al Tepeyac, queremos ser discípulos de Cristo, por lo mismo queremos asumir el espíritu de las bienaventuranzas y ser sal de la tierra y luz del mundo.
La sal sirve, entre otras cosas, para dar sabor y para conservar los alimentos; la luz sirve para iluminar y orientar.
Lo que Jesús predica, también lo vive. A lo largo de su vida pública y su misión, fue actuando como sal y como luz: lo vemos, por ejemplo, en los títulos con que se presenta para identificarse, explícitamente como Luz, como Camino, Verdad y Vida, como Buen Pastor, como Puerta, como Pan de vida, como la Resurrección y la Vida; es sal de la tierra y luz del mundo por la sabiduría y autoridad con que habla, por la energía con que se dirige a los fariseos y los que tergiversan el camino hacia Dios, por la sensibilidad y acogida que tiene de los niños y enfermos; es sal y luz para la samaritana, para Zaqueo, para Maria Magdalena, para la familia de Betania, para Jairo y tantos otros. Ya el anciano Simeón anunciaba que Jesús sería "signo de contradicción, para unos causa de resurgimiento y para otros causa de tropiezo" (cf. Lucas 2, 34); los que con Cristo resurgen en su vida, lo experimentan como sal y luz;
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cuando Jesús es causa de tropiezo para otros, no es que deje de ser sal y luz, sino precisamente porque lo rechazan como sal y como luz.
Nuestra Señora de Guadalupe, la Virgen María, Madre de Cristo, también ha sido plenamente sal de la tierra y luz del mundo: desde el "sí" con que aceptó los planes de Dios que el Arcángel san Gabriel le reveló y luego, avanzando como peregrina de la fe, al acoger y educar a su Hijo, guardando y meditando lo que de Él se decía, dejándose después educar por Él y orientando a todos hacia Él –"hagan lo que Él les diga", pronuncia en Caná de Galilea y discretamente pasa ella a segundo término- y sigue a su Hijo como discípula, como testigo, sufriendo la espada de dolor al ver a su hijo que pasa haciendo el bien y, sin embargo, es rechazado y finalmente crucificado… y ella permanece fiel junto a la cruz; después acompaña a la comunidad de discípulos en la oración esperanzada por el don del Espíritu Santo. María no deja de ser sal de la tierra y luz del mundo.
San Pablo vive las bienaventuranzas y es sal de la tierra y luz del mundo –como nos dice en la segunda lectura- al presentarse en Corinto débil y temblando de miedo, no apoyado en la sabiduría y la elocuencia humana, sino anunciando a Jesucristo crucificado. Es sal y luz en sus viajes incansables, entregado plenamente a Cristo y, por Cristo, a los demás.
Con Cristo y como Cristo, con María y como María, como san Pablo, hemos de ser también sal de la tierra y luz del mundo.
La persona que es sal o es luz en su familia, en su trabajo, en su comunidad, es alguien que ayuda a dar sentido positivo a la vida. Pero muchos que debieran ser discípulos y testigos entusiastas de Cristo, se han convertido en sal insípida, desabrida, en luz escondida o egoísta y que ilumina sólo a unos cuantos. Nosotros mismos, hemos de reconocerlo humildemente, hemos asumido ese estilo de vida como sal insípida, luz encubierta, en la medida que hemos dejado que crezca en nuestro derredor la mentira, el rencor, la división, la venganza, el aborto, la infidelidad, la corrupción, la violencia, el crimen organizado. Dice Cristo, si la sal se vuelve insípida o la luz no ilumina, ya no sirven para nada.
Pero Jesús culmina en forma positiva y motivadora: "Brille su luz delante de los hombres"; ahora bien, nos da una indicación importante: hay que ser luz no para presumir y ensoberbecernos, no para ser el centro de atención, sino para que al ver los demás las buenas obras, den gloria a Dios Padre que está en los cielos.
¿Cómo podemos ser sal de la tierra y luz del mundo en nuestra familia, en nuestro entorno social, educativo, laboral, político; en esta cultura de pérdida de valores, de corrupción, de violencia?
El profeta Isaías –en la primera lectura- nos dice cómo: "Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des tu espalda a tu propio hermano; cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres el gesto amenazador y la palabra ofensiva" (cf. Is 58, 7.9).
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El Salmo 111 añade: "Quien es justo, clemente y compasivo; quien presta y lleva su negocio honradamente".
Cada página de la Sagrada Escritura nos ofrece propuestas concretas y testimonios para ser sal y luz.
Hermanos todos: Seamos sal de la tierra y luz del mundo en la forma de seguir a Cristo y de anunciarlo al ejecutar el plan de pastoral diocesano, decanal y parroquial, con un espíritu misionero, de modo que el anuncio de Cristo llegue renovado y motivador a los últimos rincones de nuestra Diócesis, a las personas y familias más alejadas; que lo vayamos expresando ahora y siempre, porque se trata de una misión permanente, pero ahora de manera especial mientras avanzamos hacia la celebración de los 50 años como Diócesis, el próximo año 2012.
Hermanos sacerdotes y religiosas: Que no dejemos familia, pueblo o colonia sin atender con el anuncio de Cristo Jesús.
Hermanos laicos, niños, jóvenes, adultos, ancianos, varones y mujeres: Seamos sal de la tierra y luz del mundo en la forma de anunciar a Cristo con nuestras palabras y acciones. Que en cada parroquia haya un ejército de agentes evangelizadores visitando a los demás en sus casas, reuniéndose a meditar juntos la Palabra de Dios, a rezar el Rosario, a recibir y dar pláticas de temas variados y necesarios. Que nuestro testimonio como sal y luz motive a todos los bautizados a ser sal de la tierra y luz del mundo.
Renovamos nuestra fe y esperanza, nuestro propósito de ser sal de la tierra y luz del mundo, ante nuestra Madre Buena, la siempre Virgen María de Guadalupe. Ella intercede ante Dios por nosotros y nos sostiene para caminar fraternalmente unidos, como hijos de una misma Madre. Amén.
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

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